Los arcos del Padre Tembleque

*Hace casi 500 años, el fraile franciscano Francisco de Tembleque concibió una obra de ingeniería del virreinato que hoy en día sorprende y se ha convertido en una postal turística de Hidalgo: un acueducto de 48 kilómetros, con una línea de 68 poderosos arcos que alcanzan una altura de casi 39 metros

Édgar Ávila Pérez

Zempoala, Hgo.- El cielo de un azul intenso deja ver en las alturas una larga fila de estructuras, en forma de arcos, que dejan perplejo a cualquiera.

El deleite visual de terrenos áridos -con nopaleras, magueyes y unos cuantos árboles de pirul- se rompe cuando aparecen potentes arcos de medio punto, 68 para ser exactos.  A ras de tierra inicia una estructura de piedras que se extiende por 904 metros y llega a una altura de 38.75 metros de altura.

Cuando una persona camina en línea recta al lado de los arcos, se empequeñece poco a poco y entonces uno entiende la dimensión del llamado acueducto del Padre Tembleque, la obra de ingeniería hidráulica más importante construida por el virreinato de la Nueva España.

El murmullo del agua corriendo por el Río Papalote, acompaña la caminata por la arquería mayor, el cenit de una obra de 48 kilómetros de largo que atraviesa los municipios de Axapúsco y Otumba del Estado de México y el municipio de Zempoala y Tlanalapa en Hidalgo.

Una vía del tren cruza, como lanza, el arco mayor. Una línea que acompaña el cauce natural del afluente y ve pasar Tepeyahualco, una pequeña población vigía del lugar, orgullosa de su pasado antiquísimo.

Una postal única: una construcción de casi 500 años de antigüedad, una ruta para pesadas locomotoras, amplias planicies polvorosas, un cielo clarísimo y un sol potente que aparece por todos los arcos.

Aquí, del lado de Hidalgo, se aprecian en toda su magnificencia, pero a lo largo del acueducto, edificado desde unos cuantos centímetros bajo la tierra hasta los dos metros, aparecen seis secciones aéreas que en el pasado transportaban agua desde los manantiales de las faldas del cerro El Tecajete.

En toda esa estructura, los estudiosos encontraron 44 símbolos marcado en la piedra, vestigios de origen hispánico: marcas artesanales dejaban huella de los pueblos que habían participado en la edificación impulsada ​por el fraile franciscano Francisco de Tembleque.

Con la ayuda de indígenas en su mayoría, el padre logró llevar agua a una fuente ubicada en el centro de Otumba (Estado de México) en el año 1562. Esa estructura, aún se mantiene en pie, como un testigo de aquella época.

Y ese hombre religioso, oriundo de la provincia de Toledo, España, quien llegó a la Nueva España en 1542, logró una obra de ingeniería que siglos después se convirtió en Patrimonio de la Humanidad como Canal Patrimonial exento.

 

 

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