*Una fiesta que fue y ya no es. Un arte de otro tiempo. Una celebración que ahora ya no celebra, pero que reinó en el gusto de la gente. El Museo taurino de Huamantla nos habla de aquello que fuimos
Carolina Miranda
Huamantla, Tlax.- Las docenas de antiquísimas fotografías con hombres y mujeres vestidos de luces, maquetas de monumentales plazas y bureles de bronce, llevan a un ritual que fusiona lo sagrado y lo profano, lo ancestral y contemporáneo.
La tradición de la tauromaquia, esa con profundas raíces en occidente y la Edad de Bronce y hoy a un punto de la extinción, recibe tributo en el Pueblo Mágico de Huamantla, una región tlaxcalteca con hondas raíces en España.
El pasado y presente gráfico, artístico e histórico se preserva en el Museo Taurino de Huamantla “Miguel Corona Medina”, donde se conservan joyas para los amantes de la fiesta brava.
Los carteles de antiguas y emblemáticas corridas, trajes de luces de toreros que hicieron época, muletas, óleos, banderillas, esculturas de bronce, fotografías y objetos personales forman parte de la colección.
Se rinde honor a la fiesta, pero también a las diferentes plazas de toros de la república con réplicas de la Monumental Plaza de Toros México, Plaza de Toros de Pachuca, El Relicario de Puebla, Jorge Aguilar el Ranchero de Tlaxcala y la Monumental de Apizaco.
Por las ocho salas permanentes y una temporal se observan programas sobre seda de las corridas de toros de la región, trajes de luces y fotografías de toreros mexicanos y extranjeros que han enaltecido la fiesta.
La biblioteca, hemeroteca y fototeca dan cuenta de las artes de los toreros, de su temple y velocidad en el pase de la capa, de la postura de los hombres que se enfrentan a la bestia y la quietud e inmovilidad de los pies en el ruedo.
Honor a los toros de lidia, con sus instintos de defensa y temperamentales, con sus cuernos hacía adelante y su potencia que habla de su casta para una suerte que antaño era considerada como arte.
Aquí, un altar donde los toreros se encomiendan a lo sagrado para luego internarse a las profundidades de la plaza de toros “La Taurina” con sus cuatro mil espacios para espectadores que verán un duelo entre la bestia y el hombre, entre la vida y la muerte.