*La cotidianidad de un Tlaxcala post revolucionario, el romance adolescente con Frida Kahlo y la rebeldía de sus días con “Los cachuchas” en la Ciudad de México, son las insignias de la obra del ilustre escritor y dramaturgo tlaxcalteca Miguel Nicolás Lira
Nayeli Vélez
Tlaxcala, Tlax.- Tlaxcala, con sus haciendas coloniales, sus campos y su tradición ferrocarrilera, fue el escenario de una de las películas más emblemáticas del cine de oro mexicano, “La escondida”, protagonizada por la diva de la época, María Félix y Pedro Armendariz.
Lo que pocos saben, es que esta cinta, dirigida por Roberto Gavaldón en 1956, fue la obra escrita de un tlaxcalteca inquieto, rebelde, revolucionario y gran exponente de las letras y las artes en México: Miguel N. Lira.
El joven Miguel Nicolás Lira Álvarez nació en el seno de una familia acomodada, con un linaje antiguo, que remontaba a los herederos del tlahtoani Maxixcatzin. Su abuelo, Miguel Lira y Ortega, quien fuera gobernador de Tlaxcala, no solo le heredó el buen nombre y prestigio familiar; también el gusto y la vocación inicial por la poesía, el dibujo, el grabado y los ideales libertarios.
Con una infancia enmarcada por la revolución en una tierra de campesinos dispuestos a acabar con la explotación y la tiranía surgida en el Porfiriato, Miguel N. Lira reflejó esta etapa en gran parte de su obra.
Con el paso de los años, y viviendo las amarguras de aquel tiempo de armas, Miguel viajó a la capital para estudiar en la Escuela Nacional Preparatoria de San Ildefonso, donde, cita “se quedaron prendidas mis mejores esperanzas y más caros anhelos”. Ahí, fue descubierto como poeta en ciernes por Ramón López Velarde y también halló una vocación inusitada hacia el periodismo, pero además encontró amistad en varios espíritus tan rebeldes e intelectuales como el suyo; entre ellos, Alejandro Gómez Arias y la ahora célebre pintora Frida Kahlo.
Esta relación de camaradería y complicidad los llevo a conformar el grupo estudiantil disidente “Los cachuchas” donde Miguel, Alejandro y Frida consolidaron algo más que una amistad, pues dice que ambos fueron los dos grandes amores de la pintora en su juventud.
Frida llamaba cariñosamente a Miguel “hermanito” o “Chong Lee”, por la afición de éste a la literatura oriental. Ambos mantenían una correspondencia nutrida, de la que se puede dar fe en el Museo de Arte de Tlaxcala y en el Museo Miguel N. Lira, este último dedicado a preservar las memorias y objetos del escritor.
El cariño profesado por Frida Kahlo hacia ‘Mike’, como también se le conocía entre los cachuchas, quedó plasmado en un retrato que la artista dedicó al poeta y escritor. Algunos investigadores aseguran que esta pintura posee elementos clave que N. Lira posteriormente usaría para crear textos y obras que le llevarían a la posteridad, como la muñeca de trapo y el caballo de palo, títulos de dos de sus cuentos infantiles más conocidos: “la muñeca Pastillita” y “El caballito blanco”.
A la postre, este romance juvenil quedó plasmado en libretas llenas de versos, bocetos y dedicatorias afectuosas y Miguel finalmente contrajo matrimonio con otra de sus compañeras, Rebeca Torres Ortega y dedicó gran parte de su vida a ser un incansable promotor de la cultura y a consolidar su obra escrita en poemarios, corridos, cuentos, guiones dramáticos, novelas de época y la creación de los primeros suplementos y revistas culturales de la Universidad Autónoma de México (UNAM).
Con varios reconocimientos de la academia y obras literarias que reflejan un profundo amor por su suelo de origen, combinando elementos indigenistas con sus vivencias en la orbe, Miguel N Lira nos deja un legado entrañable, que en la actualidad puede atestiguarse en el museo que se encuentra en la capital y lleva su nombre, en libros, antologías importantes y en las películas basadas en sus escritos, joyas de la filmografía nacional.