Rocío Juárez, con alma titiritera

*Desde su infancia, la nacida en Huamantla convivió con el arte de las marionetas, su abuela “Mamá Pilar” la llevó a navegar en la imaginación; hoy es una de las educadoras, titiriteras y directoras escénicas más reconocidas

Édgar Ávila Pérez

Huamantla, Tlax.- Dos imágenes de su infancia siguen intactas en su memoria: en una de ellas aparece sentada, junto con su hermano, frente a un teatrino con figuras de distintos personajes; en la otra, escuchando a su abuela relatando historias que alegraban sus días y sus noches.

La vida de Rocío Juárez estaba predestinada: una niñez donde sus juguetes cotidianos eran los títeres, una convivencia cercana a tíos que atesoraban colección de  marionetas de barro, y la abuela “Mamá Pilar” llevándola de la mano por los confines de la imaginación.

“Fui una de las niñas muy afortunadas, donde por juguetes teníamos títeres y juguetes hechos por los miembros de la familia que nos consentían mucho”, evoca una de las educadoras, titiriteras y directoras escénicas más reconocida de Tlaxcala y México.

En cajones de jabón, esos talentosos y creativos tíos, propagaban magia que la llevaban a otros mundos al lado de títeres de barro adquiridos en el artesanal Barrio del Alto de la ciudad de Puebla; ella creaba sus propias figurillas emulando a los artesanos de estirpe tlaxcalteca.

“Es así como empezamos mi hermano y yo a jugar con los títeres, a experimentar, a hacer estos títeres de barro que una vez una lluvia muy fuerte acabó con ellos porque nosotros no los cocíamos, solo los secábamos al sol”, rememora con una sonrisa.

“Mama Pilar”, siendo educadora de preescolar, le abrió las puertas a los cuentos infantiles, le mostró como coser en maquina vestidos para sus muñecas, la llevo a jugar a la comidita, junto a seres con alma.

Y luego su acercamiento en forma más profesional al que llama un “maravilloso mundo”, fue cuando llegaron a Tlaxcala los festivales de títeres con docenas de compañías de México, Guatemala, Nicaragua, Argentina, Colombia.

“Un mundo increíble el que vas descubriendo”, recuerda su paso participando en talleres y ayudando en todo lo que se necesitara. Y asegura que eso llevó a la fundación del Museo Nacional de Títeres “Rosete Aranda” en el Pueblo Mágico de Huamantla.

Nadie puro parar su expresión creativa. En 1996 fundó y dirigió con jóvenes huamantecos el Grupo de Títeres Machincuepa; contabiliza más de 25 montajes, entre ellos “Aventuras de Juanito y María” y “La Princesa trenzas de oro” adaptación del poema  de Javier Villafañe, “El Nuevo traje del emperador” y “Amores Rústicos” dirigido por Alonso Barraza.

“Los títeres son un medio de expresión, un modo de vida, es un modo de comunicarse con las gente, son parte muy importante de mi vida”, dice la primera titular del Área de Servicios Educativos del Museo Nacional de Títeres, donde realizó impulsó visitas guiadas, talleres, coloquios, funciones de títeres, conferencias y festivales nacionales e internacionales.

En su juventud practicó múltiples disciplinas deportiva,  pero cuando entro al mundo de los títeres descubrió lo fascinante que es la imaginación, cuan creativa puede ser y cómo ayudar a los niños a desarrollarse a través de historias hermosas.

Su alma infantil, esa que creció frente a cajas de jabón en un teatrino, sigue intacta, al lado de docenas de títeres en su hogar y taller, que ambos son uno mismo.

“Tienen alma y tienen vida propia, aquí hay títeres por todos lados, dicen que se mueven en la noche yo creo que sí, pero yo no me doy cuento, pero llego a encontrar cosas movidas y es parte de la energía que cargan”.

Y es que, afirma, cada uno tiene su historia propia a su lado.

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